Una ninfa llamada Viviana

Mi tierra es hermosa y su clima es cálido, casi roza la perfección, es una tierra, como diría , es como dos mil oasis acumulados en 30 kilometros, espesos, de mar, montes, sol y demasiados coches, “! me cachis en la madre que los parió¡”.
Unos son con palmerales que se asemejan a desiertos por ser verano, otros con tal frondosidad que en un momento pareces estar en la selva tropical de Colombia, incluso si te paras a pensar y desvarías en imaginaciones, ves en el rincón más florido a una joven que entre sombras se desliza con gracejo felino y se para bajo los rayos de sol que a duras penas entran en ese vergel.
Sombra, mirada penetrante y brillante, rayos de sol, mirada cristalina e inquieta, su pelo negro, estatura ideal para mi corta estatura, piel entre cetrina y leonada, tonos entre morocha americana y gitana calé “perchelera”, con dulce voz y seductora, con andares cortos y graciosos, con ojos como los de Platero pero con mirada fresca en vez de fria, siempre con una sonrisa amplia y libidinosa, es aterciopelada, como el musgo que tiene por corona a una orquídea que se luce y atrae miradas de deseos, más aun, si te haces ilusión piensas que no es la distancia ni mi mente la que me separa de ella, sino solo el tiempo, pero a veces cuesta despertarse y no volver a mirar entre las plantas. No es bueno buscar sirenas, ni ninfas, ni siquiera orquídeas, al menos para mi y en la situación en la que me encuentro. Pero asi soy yo.