sábado, 8 de agosto de 2009

SUSPIROS

Y estando yo en una iglesia de mi tierra, Málaga, junto al mar está mi parroquia, no es ni vieja ni nueva, con la edad justa para llevar dentro de sus muros millares de historias, numero incontable de funerales, de bodas o de bautizos entre sus muros gruesos que el tiempo ataca con lentitud y sabiendo que sus moradores son gente de bolsillos pequeños y estrechos, ya sean por estar llenos de lo necesario o ya sea por querer hacer necesario lo que en ellos hay y no es suyo. Muchos bolsillos habría que abrir para pagar tantas promesas hechas incumplidas, tantas palabras en vano pronunciadas entre ellos, si con dineros se pagaran seguro que desnudos tendríamos que entrar en ellas todos, ellos y ellas, ¡ay!, que yo no me me he metido en ese lote impropio de pisar sus lozas, que vamos a pedir lo que nos merecemos y no a pagar lo que debemos.
Cuantas frases grandiosas y taxativas pronunciadas en su interior ”Hasta que la muerte os separe” como si la muerte nos hubiese de separar, cosa que nunca he entendido, a todos nos une la muerte, a todos nos ha de reunir la muerte en más grande templo, morada o no se que nos tocará. “lo que Dios une no lo separe el hombre” como si en nuestro interior no creyésemos que somos más grandes e inteligentes que ese Dios al que hemos recurrido para ciertos eventos y abandonarlo en nuestras labores diarias, vernos abandonados en la vida por el, creernos merecedores de todo y deudores de nadie ni de nada, hasta que dejamos de serlo cuando ya no tenemos vuelta atrás.
Mi iglesia está pegada al mar, a veces la brisa marina se funde con el humo de su incienso, que no de sus velas porque son velas eléctricas, como mi tierra es regada mil días al año por el sol y diez por el agua del cielo, pues para ser bien recibida ha de ser dentro de ella con un hisopo de romero o un hisopo desgastado de lo que quiere parecer oro y se queda en metal desgastado de su uso, que cuando ves lanzar hacia ti crees que al párroco se le va a escapar y te va a dar en la cabeza con el y a los que tenemos gafas nos las hace quitar para seguir contemplando panoramas varios. Algunas veces me parece que el diablo se cuela entre esos tallitos o esos agujeros para que nos desvarie de lo que allí hemos ido a hacer.
Estando yo en esos momentos de silencio y reposo absoluto se me vienen a mi memoria recuerdos miles, hermosos, dolorosos, profundos o simplemente sutiles, si, esos pensamientos que te llevan a una reflexión en tu vida, en tu manera de ser o en hacer trascendente una comunión de unos niños en su primera Eucaristia, pues lo que me sucedió era en una primera comunión de mi ahijada, fruto de un matrimonio que cuando oye ciertas palabras de Dios la recogen y no la dejan durante su vida, pues doce hermanos son, todos engendrados y creados oyendo Palabras de Dios entre esos muros santos, que son santos por entrar pocas personas santas, muy pocas viendo que son santos y sabiendo que son santos, porque lo que allí hallan y ven es grande y Santo, pues otra cosa no puede explicar tanta fuerza, tanta valentía.
En compañía tan grande y hermosa, debiera yo estar, digo debiera por ser mi deber y querer ser mi intención esa. En uno de esos pensamientos demasiados sutiles por no recordarlo como para ser roto con tanta facilidad y simpleza. Detrás de mi, dos señoras que cuchicheaban, me hacían imposible poner mi atención en cualquier cosa que no fuese ellas mismas, de sus manos expertas cargadas de pulseras que manejaban con vaivenes armoniosos y enérgicos unos abanicos, que parecían mariposas inoportunas, gigantescas, aplomadas, en cada acometida al ambiente de mi alrededor, repartía uno de ellos, no se cual, pues turnándose las señoras en ese necesario rito, con descansos muy cortos para no perder el hilo de su conversación, pero despedían un aroma dulzón, asfixiante, acaramelado, mezcla extraña y muy vecina, entre olor a lupanar y a toallas nuevas, a ropa guardada, a papel de regalo de mercadillo, a zorro almizclero en sus peores momentos, en suma, a esos perfumes que cuando entras en una gran almacén reparten a las mujeres para hacer una venta, si, de esos que al final queda en ellas todos los olores menos el propio de mujer, claro que me refiero que al final lo que ocurre es que si cierras los ojos solo queda un único olor y de esa mujer no encuentras su edad, si es sesentona o veinteañera. Estando yo en ese trance de encontrar la edad y la calidez de las dos mujeres que empezaron a cuchichear cada vez más entonadas por los cantos de la misa que no las dejaba en su entendese ambas, cada canto una critica, si respondian los fieles ellas alzaban el tono.
Hubo unos segundos de silencio total en la iglesia incluso ellas parecian no estar, pero que mejor colofón a ese silencio que romperlo una de ellas al dar descanso a su abanico con un suspiro largo, sonoro casi estridente, un suspiro facil, aprendido, acostumbrado, experto, que no llevaba ni pena ni gloria pariociome que era de una mujer bien madura como para que yo no me inmutara en los mas intimo de mis instintos, pues sentí el aliento de ese suspiro en mis oidos y el calor en mi cogote, sonó ese suspiro a canción de sesenta amaneceres en la misma cama con un mismo hombre y con sus años correspondientes, total ciento veinte años, imaginé a mujer que todo lo tiene hecho en la vida, todo lo tiene hecho en su casa, que solo sale de ella con todo recogido, armarios limpios, platos en su sitio y almuerzo y cenas preparados, mujeres que solo pide cosas que no le pasaron o revive recuerdos que ya quisiera para si volverlos a vivir. Son suspiros falsos , que son creados para que se oigan, esos suspiros me quitan la paz y no me enternecen, pues a mi torpe parecer, el suspiro está hecho para la intimidad, no más de dos personas, porque el suspiro es un gemido necesario, es clamar alivio a un dolor que has de soltar de tu corazón, es querer dar rienda suelta a algo grande que se hace más grande dentro de ti, a algo que se ha de compartir necesariamente con una persona a la que amas, a la que deseas, con la que te alegras o te entristeces. Oir un suspiro fuera de lugar, fuera de contexto a mi me produce tal largura en el tiempo que me parecen interminables y los siento detrás de mi con olores extraños y rutinarios dias de soledad en una cama o de parecer sufrir en soledad, o no querer sufrir en soledad, pero siempre huelen a mucha soledad. Pero después de oír ese clamoroso y acre suspiro, fueron cinco segundos los que entre ruido de abanicos , recogida de bolsos y rechinar de cuerpos gruesos embutidos en fajas escandalosas, nuevas y de dos tallas menos, hicieron esas dos mujeres al levantarse por ser la misa más larga de lo que ellas pudieran aguantar y ellas pretendiesen.
La razón a mis pensamientos me la dieron o me la quitaron, porque fue irresistiblemente e irremediablemente cierto que volví mi cara curiosa, eran de una edad comprendida entre los quince o setenta años, porque al querer recrear la vista solo quedé confundido ante caras pintadas como niños que van a una fiesta de disfraces a un colegio y cuerpos que a duras penas sostenían unos kilos que no eran suyos, me recordaron a las barquitas que van llegando a puerto cargadas de sardinas, que se mecen con peligro sobre el mar, que parecen zozobrar, que si, que no, como un malabarismo lógico por la física, pero no natural, esas barquitas deseando ser descargadas, hasta el olor recuerdo que lo viví, no, no eran dos embarazadas a punto de parir vida a borbotones aunque sus andares lo parecieran, porque no descansaba la vida en ellas ni rebosaban de fuerza, sino que se defendían a duras penas con lentitud y torpeza de no embarrancar en la escalinata que a la salida hay.

4 comentarios:

  1. Un relato con muchas imágenes vividas , que nos traslada ... El suspiro es un delicioso y silencioso lenguaje del alma .
    Feliz semana !!!
    Rosna

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  2. Vaya, veo que usted es tan calvo como su hermano, a juzgar por la foto, y no me mintió cuando decía tener 6 hijos con orgullo, al menos se ve a dos críos. Saludos. Seguiré su inspiración y su arte más prolófico.

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  3. Elpiyayao nunca miente, esos son mis nietos, por cierto no soy tan calvo como mi hermano, el tiene una docena de pelos menos que yo, somos de frentes depejadas y orgullosos del motivo por lo que lo somos.

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  4. jajjajaj que bueno...de mentes despejadas dice.... y es verdad tu hermano tiene doce pelos menos que tú , un dia los contamos..
    Seguiré tus relatos, como ves.
    Pobres mujeres pero tines razon, los olores se mezclan y los abanicos no dejan de funcionar cuando el calor aprieta.
    Que facil es perderse de una celebración con el simple murmullo del banco trasero, ya sea de sesentonas que de quinceañeras, doy fé que lo que dices es cierto, bien que lo hemos vivido muchas veces.
    Saludos
    Mª Carmen
    p.d. seguiré leyendo

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